Hoy estaba en la piscina con mi hija de 3 años.
Poco a poco ella va cogiendo confianza y yo entre cansado y divertido de hacer “brrrr brrrrr” como si yo fuera un motor que la tira.
Silencio y… “BRRRR”, hemos puesto la 4a y… a toda máquina!!
Su risa me dilata las pupilas y me arranca una sonrisa de oreja a oreja.
Sí, se me cae la baba, sí. No te engañaré.
Le digo, necesito descansar un poco, y en ese preciso momento, a una de las dos niñas que estaban al lado jugando con las gafas de agua puestas.
Bruna, tú no lo sabràs hacer, que tú eres muy “torpe”
Un padre estaba fuera del agua, gritando esto a una de estas niñas.
Me lo he mirado y me ha mirado, nos hemos mirado, silencio… no sabía cómo expresarle la bomba del mensaje que estaba echando a la piscina.
¿Sobreprotección o desvalorización?
La niña, que por suerte no le ha hecho demasiado caso a su padre, no se ha cortado por completo y ha seguido jugando.
- Quién sabe si habría intentado hacer la vertical debajo del agua si su padre no le hubiera dicho nada.
- Quién sabe si lo hubiera aprendido hoy.
- Quién sabe si alguna vez se atreverá a saltar de un trampolín, o a practicar ese deporte que le apasiona, o a decirle a esa persona especial, que le gusta, o a perseguir sus sueños…
- Quién sabe si en el futuro se creerá que es demasiado “torpe” y ni siquiera lo intentará. Y no sabrá el ¿POR QUÉ??
Bruna, si quieres probarlo, adelante. Estoy aquí por si me necesitas.